¿Quién no sueña cuando todavía es un niño, o incluso más tarde, cuando ya la vida lo empieza a considerar como alguien maduro, con llegar a ser deportista profesional de élite? ¿Qué persona que tenga cierto amor por el deporte y por practicarlo no piensa, de tanto en tanto o cada mañana o a cada minuto, en poder dedicar su vida a esa disciplina que lo enamora? Al fútbol, al baloncesto, al golf, o al ciclismo; al bádminton, al balonmano o a lo que sea.
La respuesta es fácil: nadie. Nadie se libra de soñar con triunfar en el deporte, porque eso es precisamente una de las características principales que cualquier disciplina deportiva tiene, la de ejercer de escalera hacia nuestros sueños más imposibles. Luego, claro, está el impacto positivo que el deporte tiene en los más pequeños, la salud, incluso el dinero para los profesionales. Y pese a todo, primero, antes de nada, está el sueño de competir con y contra los mejores.
Y en este sentido, claro, la pregunta es siempre la misma: ¿qué se necesita para llegar a ser deportista de élite? ¿Qué pasos hay que dar para poder cumplir ese sueño? Tanto como que no hay una respuesta ni un método mágico, lo cierto es que nuestros años de experiencia sí nos han dotado de cierta información en este sentido. Por ello, en este artículo vamos a recoger algunos de los aprendizajes que hemos extraído sobre el camino que lleva a ser deportista de élite.
Por supuesto, no te aseguramos que vayas a llegar a serlo cumpliendo estos consejos. Pero lo que está claro es que, a más de uno y de dos, como veremos a continuación, sí les ha funcionado seguir este camino.
Comenzar a practicar deporte desde joven (pero sin obligaciones ni exclusividades)
La relación con la actividad física desde jóvenes es crucial, y es igual de importante que dicho acercamiento se produzca de una manera sana. Sin obsesiones ni exigencias ni exclusividades ni padres presionando para cumplir metas.
Y es que, frente a lo que se suele creer, la especialización, los entrenamientos específicos y el centrarse en una sola disciplina pueden ser factores irrelevantes, incluso hasta contraproducentes, cuando se es un niño. En pocas palabras, se puede llegar a odiar una disciplina si esta se convierte en una obligación. En cambio, practicar cualquier deporte (incluso varios) desde joven, los que sea, ayudará a potenciar las habilidades de alguien que quiera aspirar a ser deportista profesional de élite.
Por supuesto, esto no quiere decir que no haya ejemplos de deportistas que, desde su más tierna edad, se hayan dedicado al mismo deporte de una manera casi obsesiva y que esto les haya ido bien. Ahí está, por ejemplo, el caso de Rafa Nadal, que a los 19 años ya era una estrella en ciernes y con 12 ya se dedicaba de manera exclusiva a la raqueta. Pero también son muchos los casos de jóvenes atletas con enormes capacidades que no llegan al profesionalismo, precisamente, por esa sensación de burnout con una disciplina que les ha exigido el máximo desde niños.
En el extremo contrario, tenemos multitud de ejemplos de deportistas de élite que no se dedicaron a ningún deporte en exclusividad hasta que ya fueron mayores y, gracias a ello, llegaron a ser mejores en esa disciplina en la que se acabaron por profesionalizar. Ivano Balic, uno de los mejores jugadores de balonmano de la historia, siempre dijo que el baloncesto le había servido para ser mejor balonmanista. Y Primoz Roglic, tres veces ganador de la Vuelta a España, se dedicó al salto de esquí hasta los 22 años.
Ahí, también está el caso del gobierno de Noruega, que ha convertido al país en una potencia deportiva gracias a la idea fundamental de olvidar las dedicaciones exclusivas en las categorías inferiores. “Al éxito se llega disfrutando, no compitiendo”, afirman. En resumen: lo importante es la práctica del deporte, sin importar tanto el qué o el cómo.
El entrenamiento y el sacrificio da sus frutos
Pero, claro, esto no quiere decir que el esfuerzo, los entrenamientos y los sacrificios no sean claves en el camino hacia convertirse en deportista de élite. Más bien, todo lo contrario. Aunque se haga desde una óptica que olvide exclusividades y contemple, también, la diversión, el deporte también tiene que inculcar los valores del trabajo duro en los que lo practiquen. Y es esa mentalidad la que, luego, puede llevar a alguien de la mano hacia el profesionalismo.
Nadie puede ejemplificar esto mejor que Kobe Bryant y su mamba mentality, esa visión del deporte como una labor a la que dedicase con pasión, en cuerpo y alma, con el objetivo de llegar a ser la mejor versión de uno mismo. Son multitudes las historias que se pueden rescatar sobre la malograda estrella de Los Angeles Lakers, pero, quizás, las más impactantes son las que tienen que ver con el impacto que ejerció en el exjugador español Pau Gasol.
Y es que el entrenamiento y el sacrificio no solo tienen la capacidad de pavimentar el camino de uno mismo hacia la élite, sino también la de inspirar el de otros. Tal y como Kobe Bryant hizo con Pau Gasol y con otros tantos.
Una buena preparación psicológica es fundamental
Vivimos en un mundo en el que la salud mental, el trabajo y el cuidado psicológico de uno mismo, son aspectos fundamentales para la vida del día a día. Siendo así, ¿cómo no iba a ser la preparación con un psicólogo deportivo algo súper importante para un deportista que aspira a ser de élite?
La trascendencia de saber manejar las emociones positivas y negativas, de tener la capacidad de mantener la concentración en momentos de estrés vital o competitivo, o de poder gestionar de la manera más sana el éxito y la frustración, son aspectos claves para el deportista. Y, ojo, estas enseñanzas no ciñen su efecto al mundo del deporte profesional: son, también, lecciones que se pueden aplicar a la vida normal, al día a día, aunque este no tenga nada que ver con la actividad física.
Por todo esto no es casualidad que los staffs de equipos y deportistas profesionales no se conciban ya sin la figura de un psicólogo deportivo. Ahí destaca, por ejemplo, Patricia Ramírez, una de las profesionales de la psicología en el deporte más reconocidas de España, y que ha trabajado con varios de los clubes más reputados de LaLiga. Todo un lujo que merece la pena escuchar.
Saber renunciar es la clave
De hecho, por confirmar la idea previa, una buena preparación psicológica es una ayuda fundamental cuando llega ese momento al que todo deportista que aspire a ser de élite tiene que enfrentarse: el de renunciar a muchos de los placeres de la vida. A pasar tiempo con sus amigos, a los caprichos en forma de comida, a trasnochar, a las vacaciones e, incluso, llegado el momento —cuanto más tardío mejor—, a otros deportes en los que no parece que el camino al profesionalismo sea posible.
Además, tanto en un deportista joven como en uno maduro, esto no es algo que le afecta solo a él, sino a todo su entorno. Padres y madres, parejas e hijos, todos tendrán que realizar ciertos sacrificios y renunciar a ciertas cosas para que el deportista pueda caminar su camino a la élite. Y es que, al final, incluso en los deportes individuales, todo se basa en el trabajo en equipo.
Para enfrentar estas situaciones de renuncias y sacrificios no hay nada como inspirarse en los que nos precedieron, como visualizar la parte positiva que nos ofrecerá el dejar de lado, aunque sea por un tiempo, todo eso que no queremos dejar. Ahí, por ejemplo, merece la pena escuchar a Alejandro Valverde y el resumen que hizo de su carrera ciclista cuando echó la vista atrás en 2022, con 42 años y antes de su última Vuelta a España: “El ciclismo compensó todos mis sacrificios”.
Y una idea clave: no todos llegan al éxito, ni hay una sola vía para hacerlo
Por último, algo a tener en cuenta desde que comenzamos nuestro camino con destino al deporte profesional, es una idea muy importante: la de que no todos los que se lo proponen llegan al éxito de convertirse en deportistas de élite, ni siquiera un pequeño porcentaje de los que se lo plantean.
Por ello, como decía el filósofo Aristóteles, no se debe encontrar “el placer en el fin, sino en la acción bien cumplida”. Dar el máximo, hacer lo que se puede y hasta donde se puede, es de por sí un motivo de satisfacción. Si esto —a través de otros factores capitales y que no están bajo nuestro control, como la suerte o el contexto— le permite a uno alcanzar la meta del deporte de élite, pues genial. Si no, uno se debe contentar con lo que tiene y con lo que ha hecho, sentirse orgulloso de su camino. Y, sobre todo, no frustrarse con uno mismo cuando ha puesto todo lo que estaba en su mano.
Además, cabe decir que uno o dos reveses no siempre tienen que ser el adiós definitivo a una carrera profesional, y que algunas de estas, incluso las más rutilantes, llegan por el lado menos esperado. Ahí está el ejemplo de Annemiek van Vleuten, una de las mejores ciclistas de la historia, y que no debutó en el circuito de élite hasta los 25 años ni se dedicó en exclusividad al ciclismo hasta los 28. Y todo con una filosofía particular: la de sacrificarse, claro, pero siempre dejando un poco de espacio para el disfrute.
Hay mucho que aprender de Annemiek.
Conclusión
Todas estas lecciones son las que nos han dejado nuestros años de experiencia. Que el sacrificio y las renuncias y los entrenamientos son muy importantes para llegar a la élite, pero que también lo son el saber disfrutar, el ver el deporte como una diversión durante todo el tiempo que sea posible, y el entender que hay factores que decidirán nuestro futuro y que no están bajo nuestro control.
Esa es la filosofía que aplicamos en nuestro trabajo diario, en nuestras academias de fútbol de alto rendimiento y en todo lo que hacemos como empresa. Y, siendo sinceros, creemos que no hay mejores valores posibles.